viernes, 20 de septiembre de 2013

FERNANDO, DE COCAPATA

Creo que mi nombre no es muy común en Bolivia, pero ha hecho falta cuatro días para que me encontrase con el primer Fernando boliviano. Ha sido en Cocapata, a donde fuimos este viernes (ya sabéis: salida a las 4 de la mañana, carreteras de montaña, paisajes deslumbrantes...) cuatro horas de ida y cuatro de vuelta. A las 18 estabamos de vuelta en Cochabamba porque teníamos una convivencia con muchachos de Anzaldo.
Fernando llegó al internado de la mano de Mª Elena. "Este muchacho se yama como vos, Fernando...", me dice, (es argentina). Y me pongo a hablar con el chaval. Tiene 13 años y está en 1º de secundaria; viene con el uniforme del colegio: pantalon y chaqueta azúl marino sobre camisa blanca. Muy elegante. Me mira con ojos tímidos y media sonrisa. Quiere estudiar, le gusta estudiar, me dice. Para mí es una novedad, nadie en España me había dicho nunca estas cosas. "¿Quieres ir a la universidad?", le pregunto, y me dice que si, pero en su respuesta intuyo que hay algo más. Supongo que el muchacho es consciente de la limitación económica que seguramente hay en su familia. Lo animo y le digo que no se preocupe, que estudie y que hay muchas posibilidades, que le ayudaremos como estamos ayudando a otros de Cocapata que hay en la universidad de Cochabamba. Sonrie. Mª Elena, que ha estado cerca, me dice que hay algo más. Fernando le ha dicho por el camino que le gustaría ser "padresito". Lo miro sorprendido, aunque intento que no se me note mucho. "¿Sí?" le pregunto, "sí" me responde, con la voz y la cabeza. Seguimos hablando.
Después, en el coche, de vuelta, pienso en mi nuevo amigo. ¿Por qué un chico de Bolivia quiere ser escolapio y en 1º de secundaria ya lo manifiesta?, ¿por qué en cuatro días en Bolivia, tres muchachos me han dicho que quieren ser escolapios en el futuro?... La respuesta está llegando en estos días, cuando veo como viven y trabajan los escolapios aquí. No paran de trabajar, de estar con los muchachos, en los internados, en la parroquia, en los grupos de catequesis, en el colegio... también hablando con ellos, haciendo de padres, amigos, hermanos y compañeros. Preocupandose por ofrecerles un futuro distinto que les lleve a ser mejores, a trabajar por el bien de su país. Es por eso, que los muchachos de aquí quieren ser como ellos, quieren ser escolapios. Perciben de forma muy clara que se puede vivir para y por los demás y que ese trabajo ha ido transformando sus vidas. Se sienten profundamente agradecidos, y desean responder a lo recibido ofreciendose para ser "padresito" que continúe trabajando por los niños bolivianos. 
Este trabajo no es diferente al que se realiza en otras partes del mundo. Los escolapios trabajamos de la misma forma, y con el mismo espíritu, buscando siempre lo mejor para los muchachos y muchachas con los que compartimos nuestra vida. Pero este trabajo quizás no se vea tan claramente como aquí. Posiblemente en otros lugares hay otros intereses, otras distracciones que hacen que no se vea con claridad nuestro trabajo. 
Pero no trabajamos para que se nos vea, sino por el bien de los niños y jovenes. 

Por ellos y para ellos es mi música, Señor.
Hazme tu instrumento
y que sea capaz de cuidarles 
como solo Tú nos cuidas.

No sabemos si dentro de unos años habrá un nuevo escolapio llamado Fernando, de Cocapata. Pero lo que si sabemos ahora mismo, es que hay unos chavales que necesitan de nuestro trabajo y cariño. Tantos y tantos, a lo largo de todo el mundo, que mi vocación se ensancha. ¡Sigue, Señor, conmoviendo corazones generosos que lancen a trabajar por el bien de los muchachos!

2 comentarios:

Unknown dijo...

Me ha encantado Fernando. Ya has encontrado en Bolivia a tu mini-yo. Jajajaja

Fernando Luque dijo...

Gracias Manoli. Muchos mini-yos estoy viendo... Te encantaría esto. Saludos a los nuevos de secundaria!!!

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