Los que somos de otro siglo pero aún mantenemos fresco el recuerdo de la infancia, sabemos quien es Gargamel. Para los que no lo recordáis, se trata de un personaje siniestro que persigue a los pitufos. Espero que recordéis a los pitufos, porque si no, andamos mal...
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Vivimos enfadados con el mundo, pero en realidad lo estamos con nosotros mismos. ¿Qué nos está pasando? ¿qué insatisfacción pugna por salir a la luz en el corazón de cada uno de nosotros? ¿por qué andamos todo el día malhumorados y deseándole el mal al que tenemos al lado?
La respuesta se encuentra en lo que anhelaba Gargamel: la eterna felicidad, la juventud, la tranquilidad, el poder absoluto. Todo esto, en algún momento, se plantea en la serie infantil de los pitufos. Todo lo que un hechicero, como Gargamel, puede realizar mediante sus artes ocuras. Todo eso está al alcance de su mano, pero si obtiene un pitufo. La esencia azúl de los pitufos puede ayudar en los hechizos. Pero nunca los captura y vive frustrado, enfadado, durante todos los capítulos.
No se muy bien quien fue el autor del guión de la serie, pero tengo que reconocer que es un argumento bien profundo. El deseo del corazón humano, el ansia de saciar nuestras necesidades, buscando fuera lo que simplemente está dentro. Quizás a Gargamel le hubiese ido mejor si se hubiese dado cuenta que en el fondo era un gran mago. Alguien que por si mismo era capaz de grandes cosas, bondades, pero que se empeñada en vivir desajustado, desenfocado.
Quizás necesitamos ver más caricaturas de las antiguas, para ir descubriendo un poco más qué nos pasa y qué necesitamos.