Hace unos días las redes sociales fueron inundadas con una fotografía: un niño tumbado al borde del mar. Un pequeño que parecía dormido, un diminuto ser humano. La noticia nos hablada de una realidad sufriente de nuestro mundo, una guerra en Siria, su país natal. Un conflicto que obligó a su familia a salir de su país para buscar tierras menos crueles donde crecer y ser feliz. Pero el mar tuvo otros planes y se llevó al pequeño Aylan. El mar es así.
Montones de otras fotos han seguido a esta primera, y no solo fotos. Artistas de todo tipo han inmortalizado este acontecimiento, cada cual a su estilo, pero todos reflejando la tragedia. Y me pregunto tantas cosas que no soy capaz de ordenarlas en mi mente y en mi corazón.
Siempre aparecen los "por qués", pero en esta ocasión también me pregunto por mi, nuestra, postura frente a estas realidades. Podemos indignarnos, crear una campaña de protesta o de solidaridad, pero después ¿qué queda? Poco nos queda. Pasamos a otra cosa, como si de una "moda" se tratara. Hoy nos indignamos por esto, pero mañana seguimos en lo de siempre. Nuestra vida no cambia absolutamente en nada.
Por eso hoy quiero gritar bien fuerte el nombre de este niño, que simboliza a todos los niños y niñas que diariamente sufren y por los que no debemos parar de preocuparnos. Unos sufren los desastres de la guerra, otros la indiferencia de los adultos, otros son victimas de las pasiones y egoísmos de las personas... Y algo dentro de mi se rebela contra esta injusticia. Por eso sigo pensando que hay que apostar por la infancia y la juventud, para que esto no ocurra, pero cuando ocurra, mi y tu vida, no siga igual. No nos cansaremos nunca de defender la dignidad de las personas, especialmente de los pequeños.
Pienso en aquel policía, y en como aquel día cambió su vida al tener que recoger el cuerpo de Aylan en sus brazos y liberarlo del mar.
Por eso hoy quiero gritar bien fuerte el nombre de este niño, que simboliza a todos los niños y niñas que diariamente sufren y por los que no debemos parar de preocuparnos. Unos sufren los desastres de la guerra, otros la indiferencia de los adultos, otros son victimas de las pasiones y egoísmos de las personas... Y algo dentro de mi se rebela contra esta injusticia. Por eso sigo pensando que hay que apostar por la infancia y la juventud, para que esto no ocurra, pero cuando ocurra, mi y tu vida, no siga igual. No nos cansaremos nunca de defender la dignidad de las personas, especialmente de los pequeños.
Pienso en aquel policía, y en como aquel día cambió su vida al tener que recoger el cuerpo de Aylan en sus brazos y liberarlo del mar.
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