Apenas unas horas después de llegar, a las 4 y media de la mañana, nos pusimos rumbo a Morocomarca. Juanmari, Mª Elena (escolapia) y yo, montados en un todo terreno viajamos a lo largo de una serie de carreteras y caminos para, a las 11, llegar a Morocomarca, donde tenemos un internado y una escuelita.
El pueblo es minúsculo, apenas 50 habitantes. Sí, 50. Y tanto la escuelita como el internado están ente un par de pequeños barrancos. Para pasar del pabellón de secundaria al de primaria hay que pasar por un sitio que... ¡hay que hacer equilibros!
Pero lo mejor de todo son, siempre, las personas. Allá están dos escolapios, Jesús y Domingo, además de Sacarías, que es miembro de la Fraternidad escolapia de Bolivia, y Mª Luisa, una entrañable voluntaria boliviana. Entre todos atienden al internado: unos 90 niños y niñas de diferentes edades, desde los 7 hasta los 17 años. También un grupo de profesores, pero la mayoría viven entre semana en un cuartito y luego marchan a sus casas que no suelen estar lejos en coche.
Pasamos por las clases saludando a los cursos de secundaria (secundaria y bachillerato es lo equivalente en España) e invitándoles a una actividad que queríamos tener con ellos por la tarde. Mi sorpresa fue enorme cuando Mª Elena comenzó a cantar canciones de misa en la clase de 3º, si, 3º de secundaria. Y los alumnos/as la seguían. Emocionado, comencé en las siguientes clases a cantar con ellos y a hacer algo que no se me da del todo mal: vacilarles. Lo pasamos muy bien y nos reimos mucho.
Por la tarde, tras la comida, celebramos la eucaristía todos juntos en el internado. Cantamos y nos reimos. Después, ya solo con los mayores, desde 4º hasta 6º (4º eso, 1º y 2º bch), hicimos una serie de dinámicas y algún juego para conocernos un poco más. A mí casi me da un ataque al comenzar a correr, ¡estamos a 3.890 metros! Me tuve que tranquilizar un poco.
Pasamos a algo un poco más serio y a través de un video hablamos, por grupos, sobre ser luz en el mundo y sobre comprometernos en el encuentro de nuestra propia vocación. Terminamos bailando (¡bailando!) la canción "Celebra la vida" y volviendo a reirnos. Terminamos casi a la hora de cenar. Antes compartimos un rato informal, en donde me tomaron en brazos para ver cuanto pesaba e insistieron en que bailase un poco. Perdí la compostura totalmente, pero fue un momento muy divertido.
Esta primera visita a Morocomarca ha sido muy interesante, por lo que os he contado y por otras cosas que se me quedan en el tintero. Un lugar apartado pero muy necesitado de la presencia escolapia y del acompañamiento a los niños y a los jóvenes. Espero volver pronto, porque me espera mi nuevo amigo Ruben y algún otro.
4 comentarios:
Por lo que veo te lo estás pasando super bien, y espero que siga siendo así durante mucho tiempo. Nosotros nos acordamos de ti aquí a diario y tu ausencia se nota, pero me alivia saber que allí te estás divirtiendo como lo podrías hacer aquí e incluso mejor.
Un abrazo.
Jajajajaja!!! No se trata de pasarlo bien, sino de vivir de acuerdo con el proyecto de Dios para con tu vida, vivir autenticamente, dandolo todo. Cuando se vive así, siempre te lo pasas bien, donde sea y con quien sea, porque no dependes de nadie, sino solo de tí. Yo también me acuerdo mucho de vosotros. Seguimos en contacto.
Me alegro mucho que estes tan bien y lleno de vida. Ha sido muy emotivo poder compartir contigo tu primer contacto con tu nueva realidad
¿Que te pesaron? jajaja.... Manamaná...tutúrururu....
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